El espacio donde Brigitte García solía cumplir sus jornadas de labores ahora luce triste, sin la sonrisa y el carisma que la caracterizaban y contagiaban de buen ánimo a quienes la rodeaban. En su despacho han quedado unos documentos de sus últimas gestiones, que reposan sobre su escritorio, junto a unas pequeñas decoraciones y artesanías que le habían obsequiado. En la oficina también seguía colgado un cuadro del líder político al que admiraba, Rafael Correa. Este le fue obsequiado por sus simpatizantes en su cumpleaños.
Brigitte era devota de la Virgen del Cisne y por eso en su lugar de trabajo también tenía su imagen. El sitio estaba como a ella le gustaba, pese a que no siempre pasaba en el lugar, pues quienes la conocían han sostenido que ella prefería las actividades de territorio. “Ella tenía horario de llegada, pero no de salida. Lo primero que hacía era saludar a su gente, siempre con la sonrisa que le caracterizaba. Era muy amable, muy empática y luchadora por los intereses de su pueblo”, rememoró Dessy Delgado, con voz entrecortada.