CRIMEN SILENCIOSO CONTRA LA SALUD

Mendigar salud cuando el Estado debe garantizar al pueblo el acceso a ese derecho es inhumano y perverso. Que en los hospitales públicos falte hasta algo tan básico como el hilo para suturar heridas — situación denunciada por la prensa desde hace más de tres años— revela la inoperancia de los gobiernos de turno para arrancar este cáncer, así como su incapacidad para desmontar esa red de corrupción que se lleva el dinero a través de compras amañadas y deja las casas de salud con las hilachas, provocando la muerte de pacientes por la escasez de cosas tan sencillas. Reducir el presupuesto para medicinas e insumos médicos en más de 100 millones de dólares, como ha ocurrido entre 2023 y 2025, cuando la demanda hospitalaria crece cada año con la población, es condenar a la gente a enfermar y morir por causas prevenibles. Ese recorte golpea áreas clave para prevenir infecciones, recuperar pacientes, atender emergencias y garantizar tratamientos oportunos. Un país que se precia de llamarse democrático no puede tolerar que sus ciudadanos tengan que peregrinar por hospitales para conseguir una cama o una pastilla. No es solo un problema de mala administración, es un crimen silencioso contra los más vulnerables.

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