LA AMENAZA A LA DEMOCRACIA EXIGE UNIDAD
Lo que sucede en Venezuela debe servir de lección —y de advertencia— a todas las fuerzas democráticas de la región. Durante décadas, desde el ascenso del chavismo y en una elección tras otra, las principales figuras y movimientos de oposición venezolanos estuvieron divididos por cuestiones que hoy se muestran totalmente intrascendentes. Unas veces tenía que ver con egos, intereses personales o ansias de protagonismo; otras, con cuotas de poder o compromisos económicos; hubo incluso ocasiones en que el germen de la disputa eran minucias burocráticas como el registro oficial del partido o los porcentajes asignados para registrar alianzas. Hoy ya nada de eso importa y esas mismas figuras estarían dispuestas a sacrificar todo eso —y mucho más— con tal de poder volver a tener una verdadera democracia. La oposición venezolana da un ejemplo de tenacidad, compromiso y organización, pero que por desgracia llega a destiempo. Una vez que un régimen totalitario antidemocrático lo ha cooptado todo —las instituciones del Estado, los sectores estratégicos de la economía, las organizaciones sociales, la política exterior, etc.— las vías pacíficas y ordenadas para la alternancia del poder, propias de la democracia, se cierran. No se puede subestimar la gravedad de la amenaza. Todas las advertencias y vaticinios que desde un inicio, a la luz de la experiencia de la Guerra Fría, se hacían sobre el chavismo y el socialismo del siglo XXI en Venezuela resultaron ciertas. Esas mismas fuerzas todavía operan en Ecuador y en otros países de la región. La unidad ciudadana en la defensa de la democracia debe ser siempre lo primero. Luego, ya es demasiado tarde.