UNA REMISIÓN TRIBUTARIA QUE SE QUEDÓ CORTA
La remisión tributaria que anunció el Gobierno a finales del año pasado ha dejado magros resultados. Hasta el momento —cuando le quedan ya pocas semanas de vigencia a la medida— solo se ha recaudado la tercera parte de lo esperado. La inmensa mayoría de los contribuyentes han sido pequeños deudores, no aquellos grandes grupos económicos de los que se hablaba. Este aparente fracaso obliga al gobierno a enfrentar, nuevamente, dos realidades sombrías que caracterizan a la política tributaria del país: por un lado, la recaudación, pese a todas la maniobras que se intenten, sigue siendo insuficiente; por el otro, la persistente morosidad. Ya debería el Estado dejar de intentar resolver con medidas tributarias desesperadas un problema fiscal mucho más serio y profundo. Trucos como remisiones o autorretenciones arrojarán, en el mejor de los casos, una fracción insignificante de los ingresos para el Estado que una verdadera política tributaria enfocada en el aumento masivo de producción y exportación traería. Igualmente, mientras las autoridades persiguen algunos millones de dólares en deudas pendientes, hay toda una economía informal que mueve decenas de miles de millones en efectivo a la espera de una política que la integre a la formalidad y a la recaudación. Por último, es necesario recordar cuántas de las supuestas deudas se originan en reformas tributarias arbitrarias o excesos producto de un marco legal irracional. Mientras la política tributaria siga caracterizándose por giros drásticos e irracionales–sea reformas, amnistías o remisiones—, será difícil esperar colaboración.