Desde el terremoto que sacudió a Manabí en 2016, José Bartolo Ponce encontró en la venta de cocos no solo un sustento, sino una nueva forma de vida.
Inició con un triciclo y ahora le adaptó una moto facilitándole el recorrido que hace desde las 7 de la mañana por las calles de Manta y parte de Montecristi, ofreciendo agua de coco fresca a quienes buscan alivio del calor costeño.
A sus más de 60 años, José trabaja junto a su esposa, con quien lleva casi 35 años de matrimonio. Aunque sus cuatro hijos ya están casados, él continúa recorriendo cada día, demostrando que con esfuerzo y dignidad, se puede salir adelante incluso después de las crisis más duras.
Esta venta es su única fuente de ingresos, pero también su mayor orgullo.