Poco después de registrar su matrimonio, Zhang Gang y Weng Linbin posan frente a un fondo rojo decorado con el emblema del gobierno chino y muestran un fajo de billetes recibido como recompensa por casarse.
Luliang, la ciudad natal de Zhang en la provincia norteña de Shanxi, es uno de los muchos lugares en China donde las autoridades locales ofrecen incentivos para animar a las parejas al matrimonio.
La retribución de 1.500 yuanes (USD 205 dólares) para la joven pareja forma parte de las medidas para aumentar la población del país, que en 2024 se contrajo por tercer año consecutivo.
La suma es la mitad del salario medio mensual de la población urbana de Luliang y más de lo que suelen recibir sus compatriotas rurales, según los datos oficiales.
“Creo que esta política es bastante efectiva para mejorar la actual situación matrimonial y romántica”, afirma Zhang a la AFP. “Cuando comenté esta política a mis amigos, todos pensaron que era genial”.
Sin embargo, las nuevas generaciones chinas no se entusiasman con la idea del matrimonio. El número de bodas el año pasado cayó en un 20% respecto al anterior, según datos publicados el lunes.
Respecto a tener hijos, los expertos aseguran que los altos costes vinculados a su educación y cuidados y el desafiante mercado laboral para los recién graduados son factores desalentadores.