Santiago Palacios Montesinos
Comunicador Corporativo santiagopalaciosm@gmail.com
Las elecciones han dejado un resultado inesperado: un empate técnico entre Daniel Noboa y Luisa González. Aunque las encuestas proyectaban una ligera ventaja para uno u otro, la realidad demostró que el electorado estaba mucho más dividido de lo que se pensaba. Uno de los factores determinantes fue el voto silencioso, aquel que no se expresa en encuestas ni debates públicos, pero que se hace sentir en las urnas. En muchos casos, este voto surge por temor a represalias, por estrategia o simplemente por indecisión hasta el último momento. Esto llevó a que, en privado, algunas personas mencionaran un nombre, pero en reuniones o espacios públicos prefirieran otro, generando una distorsión en la percepción de la intención de voto. Otro punto clave fue el arrastre político y la estructura electoral. Luisa González capitalizó el voto duro del correísmo, que se mantiene firme elección tras elección, mientras que Noboa logró atraer a sectores moderados, jóvenes e indecisos que ven en él una alternativa distinta al enfrentamiento político tradicional. Sin embargo, más allá del resultado, lo que debe primar en esta segunda vuelta es la comprensión de que la lucha no es contra el partido contrario, sino contra los problemas reales que enfrenta el país. La delincuencia, el desempleo y la crisis social afectan a todos por igual, sin distinción de ideologías. La confrontación política solo desvía la atención de lo que realmente importa: encontrar soluciones para mejorar la vida de los ciudadanos. Ahora, el reto para ambos candidatos será convencer a ese millón de votantes que no se inclinaron claramente en la primera vuelta. La estrategia ya no podrá basarse solo en consolidar su electorado fiel, sino en atraer a quienes aún tienen dudas o buscan una propuesta más concreta para enfrentar los problemas urgentes del país. Pero más allá de quién resulte ganador, lo verdaderamente importante es lo que vendrá después. Ecuador necesita unidad, no más división. La victoria de cualquiera de los dos candidatos debe llevarnos a generar un apoyo global, en el que, sin importar por quién se votó, todos trabajemos por el nuevo rumbo que queremos para el país. Si seguimos viendo la política como una lucha de bandos irreconciliables, perderemos de vista el objetivo principal: construir un Ecuador más seguro, próspero y con oportunidades para todos. Hoy más que nunca, debemos recordar que la democracia no termina en las urnas; comienza con la responsabilidad de construir juntos el futuro que queremos.