EL DESARROLLO NO SE ESPERA,SE EXIGE

Santiago Palacios Montesinos

Comunicador Corporativo santiagopalaciosm@gmail.com

Manabí entra al 2026 con una oportunidad clara —y también con una deuda acumulada—: convertir los proyectos anunciados durante años en realidades que se sientan en la vida cotidiana de su gente. La provincia no parte de cero. Hay planes sobre la mesa: infraestructura vial, proyectos hídricos, ordenamiento urbano, impulso al turismo, fortalecimiento productivo, mejora de la seguridad y generación de empleo. Algunos dependen de los GAD; otros, del Gobierno Nacional. Esa distinción es importante en lo administrativo, pero irrelevante para el ciudadano que solo espera resultados. Porque cuando una vía no se construye, cuando una obra se queda a medias o cuando la inseguridad avanza, no importa quién tenía la competencia. El impacto lo vive la gente. Durante demasiado tiempo, los manabitas hemos normalizado la espera. Esperar que se asignen recursos. Esperar que cambien las autoridades. Esperar que alguien más reclame. Y en ese tiempo perdido, la provincia ha avanzado más lento de lo que podría. El 2026 debería marcar un punto de quiebre: Manabí necesita pasar de la expectativa a la exigencia. Exigir no es confrontar sin sentido. Exigir es vigilar, preguntar, dar seguimiento y no soltar los proyectos estratégicos hasta que se concreten. Exigir es entender que el desarrollo no se decreta ni se anuncia: se ejecuta y se sostiene en el tiempo. Y para eso, la presión ciudadana importa más de lo que muchas veces creemos. Pero esta tarea no puede recaer solo en las autoridades. Manabí necesita con urgencia un relevo de liderazgos. Nuevas voces que representen a barrios, comunidades, sectores productivos, jóvenes, mujeres y emprendedores. Liderazgos que no busquen aplausos ni cargos, sino resultados. Personas capaces de articular, de incomodar cuando hace falta y de hablar en nombre de miles que quieren vivir en una provincia más segura, más ordenada y con más oportunidades. No hay desarrollo sin liderazgo. Y no hay liderazgo sin ciudadanía activa. El desafío de Manabí para el 2026 no es solo construir obras, sino construir confianza. Confianza en que los proyectos se terminan. Confianza en que las prioridades se respetan. Confianza en que el esfuerzo colectivo vale la pena. Esa confianza no nace sola: se construye cuando la sociedad civil se involucra y asume su rol como veedora del futuro de su provincia. Manabí ha demostrado resiliencia en los momentos más difíciles. Hoy, el reto es distinto, pero igual de importante: organizarse, exigir y sostener una visión de desarrollo común, más allá de nombres, colores o períodos de gobierno. El 2026 puede ser recordado como otro año de promesas, o como el año en que los manabitas decidieron levantar la voz y empujar juntos el desarrollo que la provincia necesita. La diferencia no la marcarán los discursos, sino la acción ciudadana.

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