LAS CONSTITUCIONES

Abg. Ramiro Rivera Molina titulo

Político ecuatoriano que ocupó la vicepresidencia del Congreso Nacional entre 2003 y 2005 Profesor universitario en Universidad de las América Presidente del Grupo @elcomerciocom

El 16 de noviembre iremos a las urnas, para responder a tres preguntas de Referéndum y a una cuarta: si estamos de acuerdo en que se convoque e instale una Asamblea Constituyente para elaborar una nueva constitución. Yo votaré por la opción del SÍ. Según los sondeos, la mayoría de los ciudadanos se inclinan por el voto positivo. Nuestro país ha sido fértil en constituciones. Vamos por la veintiuna. Una constitución con un promedio de vigencia inferior a los diez años. Sin tomar en cuenta el texto de la Constitución Quiteña (1812), las declaraciones de independencia de Guayaquil y Cuenca (1820) y la de Loja (1822). La Constitución de Montecristi es la segunda del mundo con más artículos (444), mas 30 disposiciones transitorias y 30 adicionales del Régimen de Transición.La de la India es la primera en cantidad de artículos (448), 4 más que la nuestra. Pero la India, tiene una población ochenta veces más que Ecuador y una superficie once veces más extensa. La constitución correista, es farragosa, grotesca y antiestética. Corpulenta y derrochadora en derechos, ocupando el poco honroso primer puesto en el ranking mundial. Sólo faltó que hubiera garantizado el derecho a la suprema felicidad y a la vida eterna en la tierra. La lámpara mágica del populismo autoritario. Los textos constitucionales anchos y dilatados, pletóricos en retórica reglamentaria, son inútiles e infringidos. Con superabundancia en derechos; pero, como dijo Vladimiro Álvarez Grau en 1992, ¿dónde está la plata? Es totalmente inservible ofrecer todo y no tener para lo que se brinda. Tiene sentido el popular refrán: «Yo te ofrezco, busca quien te dé». Las constituciones que duran proceden de sociedades estables. La de los EE. UU. tiene 238 años. Noruega, 211; Países Bajos, 210. Bélgica, 194; Nueva Zelanda, 173. En América Latina, la de México tiene 108 años, con más de 800 reformas. El promedio en 190 constituciones es de 22.290 palabras por cada una. La Constitución del Japón tiene 4.998. La de Estados Unidos de Norteamérica 7.772. La ecuatoriana es diez veces más extensa que la del Japón. Además, difusa, repetitiva y mal escrita. Con errores gramaticales y un artificial e innecesario lenguaje inclusivo, que la vuelve aburrida y ampulosa. Las buenas constituciones contienen textos breves, sencillos, claros e inequívocos. Inglaterra es la democracia más longeva y no cuenta con una constitución escrita o codificada. ¿Por qué nuestras constituciones no duran? Quizá por la escasa cultura política, los caudillismos, la conflictividad y los bloqueos.Porque no hemos construido instituciones. Casi todo depende de la discrecionalidad de los hombres y no del imperio de las reglas. La inestabilidad debilita la gobernabilidad. Pero es obvio que necesitamos rediseñar un texto constitucional que corresponda a los nuevos tiempos y desafíos. Una Carta Magna en la que podamos reconocernos. Que nos una. Con principios, valores y preceptos que correspondan al constitucionalismo democrático. No puede ser un credo repleto de ideologismo y aislamiento dogmático. Hay quienes, con cierta razón, argumentan que la vía de la constituyente generará una incertidumbre por dos años. ¿No es peor la fatídica e indeseada certeza que la constitución que salió de la embriaguez bolivariana, repleta de rigidez y candados, constituye el mayor obstáculo para el Ecuador avance? La constitución del socialismo del siglo XXI, que fue una franquicia del chavismo, parece eterna y enmohecida, a pesar de sus 17 años. Porque fue diseñada para un caudillo egocéntrico, encantador, impulsivo y violento, que lideró el régimen más podrido de la historia. Ahora no encaja para el Ecuador que anhelamos.

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