POR EL BIEN DE ECUADOR
El paro terminó. La calma regresó tras los días más calientes de este mes, que dejaron tres muertos, peleas callejeras, cierres de vías, extorsiones al sector productivo, el secuestro de Imbabura y excesos tanto de la fuerza pública como de los manifestantes. Hacer un balance en cifras y sacar una conclusión sobre ganadores y perdedores sería injusto e insensible. No hay ganadores: Ecuador es el perdedor. ¿Por qué? Más allá de los datos y números que se valoren —dependiendo del escenario y de la mirada—, la sociedad en general ha quedado herida y dividida. El resentimiento de clases encontró un campo fértil para germinar, y quedó instaurada la idea de un Estado y unos manifestantes que priorizan la confrontación sobre la conversación. El Ecuador del posparo ya no es el mismo. El movimiento indígena ha quedado fracturado, y el Gobierno, desdibujado, por más que intente sacar algún rédito de todo esto. Nada será igual. Por el bien del país, si alguna ganancia puede obtenerse de estos días de convulsión social dependerá de la reflexión que hagamos como sociedad, con los únicos objetivos de sanar las heridas sociales y reconstruir la importancia del diálogo como mecanismo de entendimiento.



