ATRAPADOS EN LA CRISIS
Quito no solo enfrenta la presión de los manifestantes indígenas, con infiltraciones terroristas que amenazan con provocar el caos en la ciudad, sino también la desidia de la autoridad local y de sus cuerpos de seguridad, que no garantizan un transporte oportuno y seguro. Esta falta de acción impide a los ciudadanos trabajar, estudiar y convivir con normalidad, convirtiendo la vida cotidiana en un desafío constante. Tan criticable como la violencia en las protestas indígenas es la confrontación entre el Municipio y el Gobierno central, que evidencia que la política se antepone al bienestar de quienes sufren las consecuencias. La incapacidad de garantizar la movilización diaria no solo paraliza la ciudad, sino que expone una alarmante falta de responsabilidad y planificación. Ni Quito ni ninguna otra ciudad del país puede continuar siendo escenario de protagonismos, bloqueos interminables y actos violentos con infiltraciones mafiosas. Los ciudadanos merecen soluciones concretas, diálogo sincero y gestión efectiva que permitan el desarrollo y no la espiral de violencia que se está viviendo. Quienes gobiernan deben responder por la ciudad y el país que administran, porque fueron elegidos en las urnas para servir al pueblo, no para protagonizar crisis que afectan a todos.