SUMIDOS EN LA DESCOMPOSICIÓN SOCIAL
El Legislativo, función fundamental del Estado ecuatoriano, que debería ser pilar de la democracia, no puede bajo ninguna circunstancia convertirse en un circo donde delincuentes ventilan sus disputas y lanzan acusaciones sin pruebas. Un show donde sus actores se jactan de dominar un sistema corrompido que ha permanecido intocado a través del tiempo, pero que no conducirá a desmotar toda la estructura de robo y de impunidad que está llevando al país a un caos sin retorno. Este espectáculo revela la profunda descomposición social y moral que atraviesa el Ecuador. Un método perfeccionado de defraudación, sostenido por complicidades y omisiones de gobiernos anteriores y de funcionarios en altos cargos de control que no han hecho nada por acabar con las mafias, pese a conocer su existencia y su ‘modus operandi’. Pero también por una población en exceso tolerante y en muchos casos cómplice, que incluso ha permitido que ladrones de cuello blanco sean aceptados y hasta admirados socialmente aunque hayan ‘prosperado’ a costa del país. El Ecuador necesita instituciones, políticos y ciudadanos decentes para poder aspirar a ser una sociedad democrática y digna. La depuración no es solo tarea del Gobierno, pero sí lo es el liderar el proceso con altura y con una gestión que impida la total degradación moral de la nación.