LOS PARTIDOS POLÍTICOS CUENTAN

Abg. Ramiro Rivera Molina titulo

Político ecuatoriano que ocupó la vicepresidencia del Congreso Nacional entre 2003 y 2005 Profesor universitario en Universidad de las América Presidente del Grupo @elcomerciocom

«El Parlamento es un reflejo de la nación y de las imperfecciones que en él se encuentran, son trasunto de las imperfecciones nacionales», decía Atrathearn Gordon en su libro El Parlamento Británico, al analizar el sistema parlamentario de Gran Bretaña. País con la más larga tradición parlamentaria, en el que, luego de un siglo de conflictos entre el rey y el parlamento, se impuso la primacía de este último. Con los partidos más antiguos, protagonistas desde el siglo XVII Por un lado, los Tories, próximos a la nobleza, la vieja iglesia y promotores del absolutismo monárquico y del derecho divino de los reyes y, por otro lado, los Whigs, cercanos a la naciente burguesía, al protestantismo y la monarquía limitada o al gobierno mixto. Estas organizaciones políticas son el antecedente de los conservadores y laboralistas. No en vano la Glorious Revolutión de 1688, se adelanta a la independencia de las colonias en los Estados Unidos en 1776, y a la Revolución francesa de 1789. Los partidos políticos o el denominado Estado de partidos, ha sido objeto de estudio de pensadores como Michels, Triepel, Ostrogorsky, Kelsen, Schmitt, García-Pelayo, Bobbio, Sartori, Nolhen, Pérez Royo, Linz, Alcántara, Pitkin y otros más. Los partidos son instituciones inherentes a la democracia moderna. Vienen con la masificación de los derechos democráticos y el sufragio universal y se constituyen en vehículos que permiten procesar la formación de la voluntad política. Son claves en la representación y en su calidad. «instrumentos esenciales de la participación política. Como vehículos de intermediación entre la sociedad y el Estado», dice Alfonso Fernández-Miranda Campoamor, en Sistema electoral, Partidos políticos y Parlamento. Los partidos trenzan la legitimidad, favorecen la gobernabilidad e influyen en la calidad de la democracia. «el partido es un mal necesario, porque los remedios para suprimir su existencia serían peores que la enfermedad», lo dijo Madison en El Federalista. ¿Tenemos partidos políticos? La respuesta es: no tenemos. No hay ideas ni programas, ni visiones de la sociedad. No interpretan intereses, no movilizan, no intermedian. La política está ocupada por caudillos, dueños de membretes, entregados al ejercicio clientelar, las practicas patrimonialistas, el populismo y en el caso del correísmo, coligado a la corrupción y la economía criminal. Quienes lo administran y conducen, no tienen la menor idea de las funciones de un partido en la democracia. Ni de la profesionalización de la política y menos de la ética de los fines. Si los partidos son de pésima calidad y el sistema electoral es permisible al utilitarismo, la miopía política y la visión pueblerina, la calidad de la representación será frívola, paupérrima y mediocre. Una vergüenza que degrada la débil democracia que nos queda. Las novelerías normativas consienten a despistados e impúberes de 18 años acceder a la representación. Eso permite la cómica presencia en la Asamblea Nacional de un muchacho que garabatea, rodeado de su parentela. Otros, vinculados al crimen organizado, consigan representación en los gobiernos seccionales. Un líder de la banda Latín King fue legislador. En estos días, un asambleísta y presunto violador de una niña de doce años, presentó una reforma legal para permitir relaciones sexuales «consentidas» con niñas de catorce años, todo esto refleja la descomposición de la política y la abolida visión crítica de «líderes» que lideran la insignificancia y no comprenden el valor de la democracia.

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