UNA CURA PEOR QUE LA ENFERMEDAD
Las constantes interrupciones de operación del Sistema de Oleoducto Transecuatoriano (SOTE) y las continuas amenazas que enfrenta el Oleoducto de Crudos Pesados (OCP) por erosión fluvial y movimientos de tierra no son otra cosa que un símbolo del abandono estatal de nuestra infraestructura petrolera. Es inadmisible que en un país que durante décadas ha dependido del petróleo como columna vertebral de su economía, las ‘arterias vitales’ por donde fluye nuestro principal recurso se encuentren en un estado tan precario, y que cada temporada climática constituya una amenaza para la estabilidad económica y energética. Urge que el actual Gobierno revierta la peligrosa política de soluciones ‘parches’ sobre la cual se ha sostenido el mantenimiento de esta infraestructura clave, lo que a la larga ha resultado ser una cura peor que la enfermedad. Ante un Estado desfinanciado y carente de visión estratégica, la concesión urgente de la inversión y manejo de esta infraestructura petrolera a empresas privadas se presenta como una vía idónea para garantizar su modernización y mantenimiento. Las autoridades no pueden seguir justificando la escasez de recursos para invertir en este sector, cuando sobran fuentes de financiamiento por explotar. La verdadera dilapidación de dinero ocurre cada vez que una nueva interrupción paraliza el flujo petrolero.