Abg. Ramiro Rivera Molina titulo
Político ecuatoriano que ocupó la vicepresidencia del Congreso Nacional entre 2003 y 2005 Profesor universitario en Universidad de las América Presidente del Grupo @elcomerciocom
Mientras los autoritarismos ignoran el valor de la democracia y de sus instituciones, desconocen las mismas y se empeñan en destruirlas, demoliendo el sistema plural de partidos y acomodando las reglas electorales para el ejercicio hegemónico del poder; el pensamiento democrático, opta por un sistema político pluripartidista, transparente, interesado en la igualdad del voto, la transparencia, y la gobernanza. Viene bien la expresión de Giovanni Sartori: «Lo que la democracia será no puede separarse de lo que la democracia debería ser. Una democracia existe sólo mientras los ideales y valores la crean» La relación entre el sistema de partidos y sistema electoral es estrecha y gravitan en la calidad de la democracia. Con malos partidos y sólo caudillos, se tendrá una mala política y una democracia arruinada y enclenque. Si el sistema presidencial por su mismo genera inestabilidad, por su rigidez, puesto que quien gana, gana todo, es preciso crear mecanismos que hagan posible una mayor estabilidad. Una democracia inestable genera incertidumbre, oscila en los bloqueos y se desliza hacia su propia parálisis. Su rendimiento es nocivo o nulo. Las reformas al Código de la Democracia son impostergables. No olvidemos que la CRE en el artículo 117 dice: «Se prohíbe realizar reformas legales en materia electoral durante el año anterior a la celebración de las elecciones». El tiempo apremia. El sistema electoral es el mecanismo que permite la representación.Desde la Constitución de 1928/29 (art. 42), se establece como principio la proporcionalidad, que permanece en las ulteriores cartas políticas: 1945, art. 19, 1946, art.21, 1967, art. 71, 1978, art. 34, 1998 y 2008, art. 116. La proporcionalidad tiende a la fragmentación y ésta refuerza la inestabilidad. La regla de Webster vigente, expande la fragmentación al extremo. Si respetamos el principio de la proporcionalidad, sin descuidar el de igualdad del voto y apuntalar la estabilidad y la gobernabilidad, lo prudente sería volver al sistema de cálculo D´Hondt (común divisor), que es el menos proporcional de las diversas fórmulas proporcionales. La reforma electoral nunca escapará al criterio político. Quien diseña un sistema electoral, tendrá el afán de beneficiarse del mismo. Aquí, en Chile, Inglaterra, Nueva Zelanda, Noruega, España o cualquier otro país. Al final, es una cuestión política a cargo de los políticos que copan la representación. Ningún sistema electoral escapará a los resultados que se persigan. ¿Qué debemos buscar con la reforma electoral? Evitar la cantonización de la política, mejorar las circunscripciones, volviendo a la cartografía provincial, fortalecer a las organizaciones políticas, desarraigar y evitar la excesiva dispersión, pero, sobre todo, buscar efectos que ayuden a la gobernabilidad. A lo mejor, si hay lucidez para entender esta cuestión, una reforma política y electoral, beneficiará a las dos mayores fuerzas políticas, con un sistema de cinco o seis organizaciones nacionales, evitando fragmentación de la representación.