MIRAR A OTRO LADO NO ES UNA OPCIÓN
Hay algo que no cambia en el país: los corruptos siempre encuentran tiempo para respirar y las instituciones, excusas para no ahogarlos. La llegada de un nuevo fiscal general no debería ser una transición burocrática más, sino una oportunidad para desmontar ese sistema de impunidad disfrazado de legalidad. Pero la historia reciente enseña que la Fiscalía suele actuar con lupa para unos y con vendas para otros. Mientras algunos expedientes avanzan con velocidad quirúrgica, otros se extravían misteriosamente entre trámites, tecnicismos y olvidos. La vara con la que se mide la corrupción parece tener un curioso sistema de pesos: es más pesada cuando se trata de adversarios políticos y sorprendentemente ligera cuando el caso incomoda al poder. La pregunta no es si hay corrupción en instituciones como el IESS o en hospitales emblemáticos como el Baca Ortiz, el Andrade Marín o el Teodoro Maldonado Carbo. Eso ya lo sabe hasta el paciente que espera una cirugía desde hace dos años. La verdadera pregunta es si esta vez habrá voluntad para investigarla. O si seguiremos con el ritual habitual: comunicados, promesas, y luego… nada. Por eso, el nuevo fiscal tiene una decisión que tomar: o se convierte en el administrador de lo mismo de siempre, o incomoda a quienes nadie ha querido incomodar. Lo primero es fácil, lo segundo es justicia.