
Dr. Juan Carlos Cassinelli Cali
Ex Ministro de Comercio Exterior, Doctor en Jurisprudencia, Director de Global Trade Consulting. Presidente del Comité de Comercio de Inversiones amcham GYE
Twitter: @JCCassinelli juancarlos@cassinelliabogados.com
Seguimos analizando los efectos de los anuncios permanentes emitidos por el gobierno de los Estados Unidos, especialmente en el ámbito arancelario y las repercusiones que estos generan. Como mencionamos semanas atrás, una de las primeras consecuencias ha sido, sin duda, la afectación al poder adquisitivo del consumidor estadounidense, quien ya percibe un aumento en los precios debido al incremento de aranceles sobre productos importados o aquellos que requieren materias primas extranjeras, las cuales están sujetas, al menos, a un arancel del 10 %. En el caso de Ecuador, estos cambios también comienzan a tener efectos visibles. A medida que los costos aumentan, el consumidor estadounidense reduce gradualmente su nivel de compras. Esto repercute en el envío de remesas por parte de los migrantes ecuatorianos que viven en Estados Unidos, quienes, al enfrentar una pérdida en su capacidad adquisitiva, ven limitada su posibilidad de enviar dinero a sus familias. Esta disminución, aunque aún leve, puede ser un indicio de un fenómeno más amplio que afectaría directamente a miles de hogares ecuatorianos que dependen de ese ingreso para su sustento diario. Se estima que aproximadamente el 75 % del total de remesas que llegan al país provienen de Estados Unidos, lo cual representa cerca de 6.500 millones de dólares reportados el año pasado. Según algunos indicadores recientes, este monto habría disminuido en aproximadamente 130 millones de dólares, posiblemente como resultado de las medidas arancelarias. Aunque esta reducción aún representa un porcentaje pequeño frente al volumen total, es importante considerar que ese dinero tiene un impacto transversal en miles de familias ecuatorianas. Estas remesas no suelen ser destinadas a la inversión, sino al consumo diario: útiles escolares, mejoras en la vivienda, alimentos, entre otros. Todo esto contribuye significativamente al movimiento de la economía local. Por lo tanto, los economistas, responsables de medir con precisión el pulso del país, deben identificar estos factores y mantenerse alertas ante cualquier cambio, ya sea positivo o negativo, para detectar oportunidades y enfrentar los desafíos futuros con la mayor previsibilidad posible.