En Semana Santa, las mesas manabitas se llenan del aroma y el sabor del viche, una sopa espesa con raíces profundas en la cultura ecuatoriana. Preparado con maní y mariscos, este plato es más que una comida: es un símbolo de identidad, encuentro familiar y fe. En muchas casas, la preparación del viche se convierte en un ritual compartido, donde cada ingrediente tiene su historia.
El viche típico lleva pescado fresco, yuca, plátano verde, zapallo y una generosa porción de maní molido, que le da su textura cremosa característica. A esto se suman cebolla colorada, ajo, pimiento, cilantro, comino, sal y el infaltable aceite de achiote que pinta de color y sabor cada cucharada. Es común ver a las abuelas o tías liderando la cocina, mientras los más jóvenes pelan y cortan los ingredientes. Este platillo no solo destaca por su sabor, sino también por su capacidad de reunir a las familias manabitas. “No puede haber Semana Santa sin viche”, dice doña Rosa Zambrano, en Portoviejo, mientras remueve la olla sobre leña. Para muchos, es una forma de recordar a los que ya no están, agradecer por lo recibido y celebrar lo que permanece: la fe y la comida compartida.