ARANCELES, LAS BALAS DE LA NUEVA GUERRA

El libre comercio entre los países hace que las personas puedan tener acceso a una mayor cantidad bienes a un menor costo sin importar su procedencia. Los beneficios de bajar los costos de las importaciones es la base de la economía europea, por ejemplo. Esa zona antes que empujada por la política, obedece a una lógica económica para el intercambio de bienes, servicios y capital humano. Las trabas que tiene un país para el libre comercio las aplican con cautela para, comúnmente, proteger y fortalecer industrias. Y estos son los aranceles, derechos de aduana a lo que ingresa de fuera de un país. Al encarecer lo extranjero ofrecen ventaja a lo nacional y el Gobierno recauda dinero. Pero ahora también se ha convertido en una herramienta de castigo, y muy efectiva. El nuevo Gobierno de EE.UU. está usando los aranceles como un escarmiento a las naciones que puedan resultar incómodas o que no se enfilen a sus intereses. Al ser la mayor potencia mundial, no ha tenido problema en subir aranceles o anunciar su incremento a China, Alemania, México, Canadá, Colombia y la Unión Europea. En el caso de México, Colombia, Canadá las decisiones están suspendidas. En el caso de México y Canadá a cambio de mayor presencia militar en las fronteras para frenar la migración irregular y el tráfico de fentanilo. Esta nueva herramienta ha provocado una guerra comercial en los EE.UU., por el momento, no pierde. Replicar esas fórmulas en economías débiles, como la ecuatoriana, no es una gran idea. Solo encarece costos para los consumidores y, si llega la respuesta de la parte contraria, lastimará la industria ecuatoriana. El país necesita exportar cada vez más. No restringir mercados.

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