Dr. Medardo Mora Solórzano
Dr. en Jurisprudencia, Rector fundador de la Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí, ex-Alcalde de Manta, ex-presidente del CONUEP y luego CONESUP
El gobierno tiránico que preside Nicolás Maduro y su camarilla en Venezuela, ha consumado una grosera usurpación del poder respaldado por las Fuerzas Armadas y organizaciones paramilitares coludidas con la corrupción, despreciando el deseo de una muy amplia mayoría que quiere vivir en democracia, en libertad, con respeto a sus derechos fundamentales. Ese pronunciamiento no tuvo ninguna importancia para Maduro y su camarilla, tampoco la diáspora de millones de venezolanos que recorren calles y carreteras de otras ciudades y países buscando supervivir, expulsados de su país por un gobierno humanamente insensible, cruel. Esta dolorosa realidad es una lección para todos los países del mundo y en especial los latinoamericanos. No se puede seguir aceptando un discurso repetitivo que utiliza a los más necesitados, revanchismos por una real o aparente explotación de las clases pudientes. A base de engaños tienen la finalidad de apoderarse de las instituciones del Estado, saquear los fondos públicos y criminalizar a quienes no piensan como ellos. El libertador Simón Bolívar, cuyo recuerdo utilizan mañosamente, nos advirtió: “la ignorancia de un pueblo es instrumento ciego de su propia destrucción”. Esa gran líder de América Latina, María Corina Machado, leal e íntegra defensora de la libertad y la democracia en Venezuela, les dio un golpe certero a los déspotas apoderados de un gobierno que no les pertenece, evidenciando ante el mundo con las actas de las elecciones del 28 de julio del año pasado, que ellos son capaces de todas las infamias para seguir usufructuando el poder, con represiones atroces que obligan a los venezolanos a emigrar de su patria. Eso es propio de gente sin alma, lo cual es detestable y repugna. La izquierda históricamente reivindicó la defensa de la democracia entendida como la de un gobierno solidario con los anhelos de la población, enfrentando gobiernos monárquicos u oligárquicos que defendían sus intereses y comodidades, pero este populismo con ropaje de socialismo del siglo XXI, ha desacreditado a la izquierda y encumbrado a la derecha como más democrática.