Dr. Dumar Iglesias Mata
Historiador manabita dumariglesiasmata@gmail.com
El 5 de junio del 2008, siendo presidente de la Casa de la Cultura de Manabí, inauguré en la entrada principal de la institución, el Templete Alfarista, en homenaje a la recordación de la histórica Batalla Naval de Balsamaragua, del 6 de diciembre de 1884. Se hizo un pedestal con una placa que decía: “A Eloy Alfaro, cóndor de América, patrono de la institución” y en la parte superior un busto tamaño heroico en honor del patriota de Montecristi, elaborado por el escultor chonense Roque Cedeño Mendoza. Rodeado al pedestal constan restos del buque Alajuela. El libertador Eloy Alfaro, narró así los acontecimientos finales del combate: “El majestuoso Pichincha iluminado por las llamas que devoraban la cubierta desde la mitad del buque hacia la popa, continuó tranquilo su marcha a la playa, nadie nos persiguió, ni ademán hizo el enemigo de intentar aproximarse a nuestro volcán flotante. Hubo un instante que pareció se desencadenaba una sangrienta tragedia a bordo, por el interés de los botes: En el acto restablecí felizmente el orden y nuestro vapor prosiguió su marcha hasta varar con marea creciente en la playa, entre Crucita y Jaramijó. Así terminó el Pichincha su gloriosa carrera, llevando a su bordo un sinnúmero de prisioneros tres o cuatro veces mayor que el de sus aprehensores, como trofeo inmarcesible de cuatro horas de lucha cruenta y desigual. El combate principió antes de la media noche y calculo que terminó como a las cuatro de la madrugada. A las 4 y 30 de la madrugada supongo que caí al mar. Esa es la hora en que se paró mi reloj. Probablemente al sumergirme le penetró alguna partícula de agua que paralizó su andar. Se me acercaron el contramaestre Trejos y el capitán Andrade para tratar de mi salida del vapor. El primero trajo un barril de agua que vació, y me lo arregló como salvavidas; Andrade se hizo cargo de lo que pudiera embarazarme para nadar, descendió por uno de los cabos y con dificultad arribó a la orilla; siguió mi turno y una vez en el agua principié a nadar hacia tierra, pero vestido como estaba, me encontré en dificultad y envuelto por las olas que me arrojaron sobre unas ramas de árbol destrozado donde me enredé; estuve ahogado: Vine a saber de mí, un buen rato después de encontrarme en tierra. El valeroso Trejos se arrojó al agua seguidamente, en pos de él, el maquinista Power, quien fue el último que abandonó el Pichincha, cuando las llamas lo obligaron a abandonar su puesto y arrojarse al mar.” ELOYALFARO Ilustre capitán: Mira tu nave sobre un mar que se encrespa y que borbota, el corte esbelto de su quilla, flota como un gran cisne majestuoso y grave. Dejó tu diestra su timón tan suave, que si un tremendo vendaval la azota, del seno gris de la tormenta brota, como, surgió de la ceniza el ave. Jamás zozobrará tu carabela; porque si en lid sublime y espartana, hundiste, temerario, el “Alajuela”,’ con su mirada de esplendor, la Historia, de nuevo, a flote, lo verá mañana, sobre el mar infinito de la Gloria. Carlos Alberto Arroyo del Río
