LA CEGUERA DEL PODER
Queda claro que utilizar el poder para Carlos.macias@gmail.com intereses personales va más allá de la raza, de la nacionalidad o la ideología política; es parte del ser humano. El indulto del presidente de los Estados Unidos a su hijo -sentenciado penalmente por cargos de armas e impuestos- evidencia la decadencia de la clase política, un mal que claramente padecen también los llamados países ‘desarrollados’ y con democracias sólidas. Lo primero que debe tener sumamente claro una autoridad, de elección popular o no, y que ostente algo de poder es que este es efímero y que debe ser utilizado para favorecer los intereses de la mayoría, de los que más lo necesitan, y con justificaciones enmarcadas en la ley. Que un presidente indulte a un hijo puede ser legal, pero claramente no es moral. El planeta entero atraviesa una debacle, pues mientras esto sucede en el norte, al otro lado del Atlántico el partido gobernante del régimen español propone un impuesto progresivo a quienes tengan tres o más viviendas, y además prohíbe el alquiler de pisos turísticos en zonas tensionadas por la necesidad de uno. ¿Dónde quedan el respeto a la propiedad privada y al justo derecho de las personas a incrementar sus bienes? Este tipo de decisiones ya no son solo patrimonio de los países tercermundistas, lo son también del primer mundo.