LA DIGNIDAD DEL CARGO

Un cargo público, ya sea de elección popular o no, es una altísima dignidad que debe ejercerse con responsabilidad y a la altura del honor que reviste el servicio público. Esta debería ser la lógica en cualquier sociedad que cuente con una clase política respetuosa y que realmente se considere una servidora del ciudadano. Sin embargo, en Ecuador no es el caso. Es común observar a funcionarios públicos insultando a ciudadanos en redes sociales o entrevistas, e incluso desafiarlos a peleas en cualquier esquina, como si así se resolvieran las diferencias. El mensaje a los votantes entonces se distorsiona, dando a entender más bien que para ser servidor público se requiere estar dispuesto a enfrentarse a golpes y a insultos en cualquier circunstancia, dejando la dignidad del cargo por el suelo. El compromiso, la responsabilidad y el mantener la altura en todas las circunstancias quedan relegados a un segundo o tercer plano. De los servidores públicos se espera la capacidad de tomar decisiones para resolver los problemas de los ciudadanos, mejorar sus vidas y administrar eficientemente su país, ciudad o provincia. Si se dejan deslumbrar por el efímero poder que ejercen y pierden la perspectiva de sus obligaciones, degradan la dignidad del cargo y terminan decepcionando a los ciudadanos.

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