En el astillero de la playa de Tarqui, una de las principales de Manta, construyeron un barco que durante toda la semana llamó la atención. Desde hace días las personas llegaban a tomarse fotografías con la nave, pues ya nadie construye barcos cañeros; en el país solo hay cinco. Hace 70 años, cuando en Manta empezó el boom del atún, los barcos cañeros predominan frente a las costas de la ciudad. Se los podía ver acoderados en el muelle o mar adentro, pero con el tiempo fueron desapareciendo.
Estas embarcaciones tienen un arte de pesca considerada amigable con el ambiente. No usan redes ni palangres, sino que capturan los peces a la antigua, con caña de pescar y anzuelo. Al menos 20 pescadores se ubican alrededor del barco y lanzan el anzuelo para capturar el atún. Cuando el pescado muerde la carnada, lo levantan y en el aire se desprende del anzuelo, cayendo dentro del barco. “Este arte de pesca es ancestral; solo se usa una caña guadúa.
A nivel del Ecuador hay cinco barcos, incluyendo este”, explicó Pedro Ávila, carpintero naval que construyó la nave llamada Isabela. La reparación de la embarcación que estaba abandonada en el astillero tardó cuatro meses. Los indigentes dormían allí y por al menos tres ocasiones generaron incendios. Luego, un empresario pesquero compró la nave y lo hizo cañero. Invirtió $ 600.000, contó Pedro. Los barcos cañeros pescan atún y albacora. A diferencia de los atuneros comunes que viajan hasta 3.000 millas a buscar la pesca, estas embarcaciones suelen llegar hasta las 35 millas y al siguiente día vuelven a tierra. La razón es que son más pequeños y como regresan rápido a tierra, venden una pesca fresca que tiene un mejor precio. Pedro cita un ejemplo.
El atún que viene en los atuneros normales cuesta $ 4, mientras uno capturado en cañero vale $ 5 o $ 6. Además, en este arte de pesca se trabaja con carnada viva. Los pescadores capturan peces pequeños y los colocan en tanques donde a través de bombas les mandan oxígeno para que no mueran. Luego los usan para capturar al atún. “Como no nos quedamos dos ni tres meses en altamar como los atuneros comunes, hay un ahorro en combustible y otros valores. Lo malo es que la gente no quiere pagar lo que vale esta pesca y por eso hay muchas personas que tuvieron estas naves y las cambiaron”, expresó. “No hay personal para estos barcos, el que existe ya tiene una avanzada edad; la mayoría ya han fallecido; mire que aquí tengo una persona de 76 años, yo tengo 70 y llevo trabajando más de 40 años en esto”, señaló Francisco Macías, capitán del barco.
Con el paso de los años, las nuevas generaciones se fueron preparando para trabajar en los atuneros, ya que aseguran que lo que se gana en estos barcos no les alcanza. Francisco comentó que a los tripulantes se les paga por tonelada de pesca; por ejemplo, el cocinero puede ganar $ 80 por cada tonelada. “El asunto es que nosotros salimos a pescar y a veces no hay nada. El pescado hoy está en un lado.
Mañana puede estar más lejos. A veces el pescado sale en la mañana, al mediodía o en la tarde; hay que tener un conocimiento sobre esto”, señaló. Francisco se refirió a que un pescador que trabaja en estas naves también posee un conocimiento ancestral, que ha pasado de generaciones. Luis Moreira tiene 76 años de edad y es el tripulante con más experiencia del barco. Dijo que lleva 60 años trabajando en esta actividad y aseguró que ya quedan pocos como él. “Algunos fallecieron durante la pandemia del coronavirus y existe uno que otro muchacho que algo aprendió de su padre o su abuelo”, expresó. Luis indicó que para trabajar en un barco cañero hay que conocer los sitios donde se encuentra la carnada. Hay que saber además que el ojito, la pinchagua, la sardina roja, el lomo negro y la conchuda son los peces ideales para capturar a los más grandes.