UNA DOSIS DE OXÍGENO PARA LOS NEGOCIOS

Los problemas de Ecuador son recurrentes y se agravan. Desde que Lenín Moreno comunicó que “la mesa no estaba servida”, refiriéndose a las cuentas abultadas de deuda que dejó la década de Rafael Correa, tres gobiernos han debido resistir a un Estado que consume mucho más de los ingresos que recibe; a golpes contra los procesos productivos, agravados por los paros y la pandemia y, luego, por la embestida del crimen organizado y el narcotráfico. Proteger el sistema económico, que ya de por sí es frágil, ha sido una tarea coyuntural. Para que el consumo crezca confluye un entramado de procesos económicos ejecutados de forma virtuosa y especializada, que ha sido descuidado. Las autoridades algunas veces han acertado, como con la creación de contratos temporales en la pandemia, o han implementado medidas insuficientes, como la Ley ‘no más apagones’. En este tiempo de campaña y ofertas electorales los votantes tenemos la oportunidad de revisar las distintas propuestas para decidir por un cambio estructural del país, a largo plazo. Un plan con objetivos claros hacia el futuro puede ser valorado por la ciudadanía, que ve día a día, que las soluciones temporales ayudan poco y van agotando su paciencia. El bienestar de las familias debe importar más que seguir cubriendo el eterno déficit fiscal con más deuda e impuestos; bajar el gasto estatal ineficiente debe tener más peso que aumentar la burocracia. El país está obligado a dar una nueva cara ante el mundo, sin hipotecar la democracia y alejado de las modernas dictaduras latinoamericanas.

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