EL DESAFÍO PENDIENTE DE LA TRATA DE MENORES
El país observa abrumado como siguen destapándose, con lamentable frecuencia, casos de redes de pornografía infantil y trata de menores. Ecuador sigue acumulando un preocupante prontuario en ese campo –que abarca desde casos icónicos, como el de los Burdet Cedeño, en Galápagos, hace más de dos décadas, hasta el de la macabra red internacional que tuvo en el país su centro de operaciones—, que reclama una solución estructural. Un drama de semejante envergadura, como es la trata de menores, requiere la confluencia de una serie de factores y cómplices. En algunos casos, la descomposición familiar desemboca en que las amenazas nazcan del mismo entorno cercano. En otros, hay organizaciones e instituciones que han sido penetradas por individuos al servicio de esas redes. Muchas veces, hay incluso establecimientos que operan bajo el silencio cómplice de funcionarios y organismos de control. Es además, por desgracia, un fenómeno tan rentable, que la intrusión de actores y redes transnacionales se torna inevitable. Ante ello, no se había visto, hasta hace poco, en el país un esfuerzo coordinado a todo nivel; en muchos casos, la respuesta estatal no pasaba de clausuras de locales o intervenciones focalizadas para rescatar a víctimas. Gracias a los avances tecnológicos, perseguir a la trata de menores y la pornografía infantil resulta hoy más factible que hasta hace algunos lustros. En el mundo ha crecido la conciencia ciudadana sobre el impacto y la propagación de este mal, que muchas veces se tornó un tabú. Igualmente, entre la comunidad internacional se comprende la necesidad de implementar una colaboración a gran escala, que trascienda las fronteras, para enfrentarlo. Ecuador debe sumarse, con todas sus fuerzas, a esta esperanzadora ola.