Ana “Veleta” Carmona, jugadora y pionera del fútbol femenino, una historia de vida 

La participación de las mujeres en el fútbol ha experimentado un notable crecimiento y transformación a lo largo de los años. Esta evolución no sólo se ha reflejado en la cantidad de mujeres que juegan al fútbol, sino también en la creciente visibilidad y reconocimiento de sus habilidades y contribuciones al deporte. Las mujeres en el fútbol han demostrado una increíble capacidad de superación y empoderamiento. A lo largo de la historia, han enfrentado estereotipos de género y barreras sociales, pero su determinación y habilidades han llevado a una aceptación y admiración crecientes.

 El día de hoy conoceremos la historia de Ana “Veleta” Carmona una mujer española que se abrió camino ante los prejuicios de la época para perseguir su sueño el fútbol. Recogía su cabello con un gorro de lana, se envolvía el torso y utilizaba ropa amplia para disfrazar su identidad femenina y participar en partidos de fútbol. Esto ocurría hace más de cien años, cuando Ana “Veleta” vestía la camiseta del Sporting de Málaga con esta estrategia, aunque cuando su secreto fue revelado, sufrió las consecuencias de una época llena de prejuicios. Pero, antes de entrar en detales es necesario entender el contexto de esta mujer ¿Dónde nació? ¿Cómo inicio su pasión por el fútbol? Ana Carmona Ruiz nació el 16 de mayo de 1908 en el Barrio Capuchinos (Málaga) en España, su padre fue un estibador del puerto de Málaga y su madre ejercía de ama de casa. 

Creció con sus maneras en las costas mediterráneas, fue ahí donde vio a unos extranjeros de origen británico patear un balón de cuero, estaban jugando fútbol. Esto generó curiosidad en la joven que empezó a practicar este deporte con devoción, esto disgustó a su padre, que veía el deporte como un vulgar entretenimiento masculino, sin embargo, las opiniones desaprobatorias de su padre no impidieron que Ana siguiera disfrutando de su pasión uniéndose al equipo Sporting de Málaga que había sido fundado por el párroco Francisco Míguez Fernández, para ingresar al equipo, se trepaba a los árboles para presenciar los partidos, optó por desempeñarse como asistente de masajista y se encargaba de lavar la indumentaria.

 Ingeniosamente, lograba participar en algunos partidos locales del equipo disfrazándose de hombre. De esta manera, inició su incursión en el mundo de los partidos oficiales dando sus primeros toques al balón. Ese método demostró ser incompleto en su eficacia, ya que la envidia de rivales llevó a que a la delataran. A estas peripecias se sumó la oposición de su tío, un médico de familia, quien insistía en que su participación en ese deporte era perjudicial para la salud de una mujer. 

Frente a la negativa de Ana de seguir sus consejos, la familia tomó la decisión de enviarla temporalmente a vivir con parientes en Vélez-Málaga, con la esperanza de que olvidara esa poco saludable afición. Después de jugar con el equipo Málaga y de enfrentarse a ciertas complicaciones referidas anteriormente, pasó a formar parte del Vélez Club de Fútbol. En este equipo, le pusieron el apodo de “Veleta” porque, según sus compañeros con los que coincidió en el Sporting, cambiaba de mujer a hombre, en el campo como si fuera una veleta girando al viento. En este equipo también se hizo pasar por hombre. 

A pesar de que nadie en el Vélez reveló su secreto, la Federación Sur y la Junta local de árbitros apretaron el cerco, mientras los guardias se aseguraban de que no ingresara al campo. Aunque sus compañeros del segundo equipo mantuvieron su confidencia durante años, al regresar a su ciudad natal, decidió abandonar el fútbol debido a que su identidad ya era ampliamente conocida. Antes de sucumbir al tifus exantemático epidémico a la edad de 32 años, solicitó ser sepultada con la camiseta del Sporting de Málaga. La historia de Ana nos hace reflexionar sobre lo mucho que la mujer ha tenido que luchar para tener un lugar en el mundo del deporte. Nos enseña que con determinación e ingenio se pueden lograr los sueños, los objetivos y las metas que se propongan.

 Esta historia de vida nos hace reflexionar sobre el hecho de que debemos lidiar por demostrar el talento y no permitir que la opinión u oposición de otros llegue a interferir con el alcance de los objetivos, ideales o principios, sin duda, Ana “veleta” Carmona se ha configurado a lo largo de la historia en el marco de la práctica femenina del deporte, en un personaje digno de emular. 

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