CINCO MILLONES DE DÓLARES POR VILLAVICENCIO

Por su propio bien, la democracia ecuatoriana y sus instituciones no pueden resignarse a jamás dar con los autores intelectuales y cómplices del asesinato de Fernando Villavicencio. Justo por ello, el anuncio del jefe de la diplomacia estadounidense de una exorbitante recompensa para quien aporte información que “conduzca al arresto y/o condena de los individuos responsables del asesinato” es positivo.

Aunque caben dudas sobre la motivación —algo usual en la política internacional—, las autoridades estadounidenses enfatizaron que la medida apunta a salvaguardar la democracia del país y que obe- dece a protocolos que ya han sido implementados, con gran éxito, en otros países. Adicionalmente, era de público conocimiento la confianza que, en su carrera periodística y política, Villavicencio depositó en el sistema de justicia norteamericano, así como lo mucho que sus proyectos y convicciones coincidían con los grandes lineamientos estratégicos de la diplomacia estadounidense para la región. Así, esta medida puede haber resultado sorpresiva, pero no es en absoluto incomprensible.

Han pasado ya casi dos meses y la justicia ecuatoriana tiene poco que mostrar sobre ese hecho atroz, pese a que se llevó a cabo de una forma y en unas circunstancias que dejaron montañas de evidencia, registro y testigos. Si es que este incentivo adicional permite llegar a la verdad que fuerzas oscuras prefieren que permanezca sepultada por siempre, bienvenido sea. No hay crimen perfecto.

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