Durante los últimos tres meses, las Islas Galápagos han estado enfrentando una crisis de escasez de productos debido a un sistema de transporte de carga extremadamente frágil. Cuando este sistema falla, se agrava la seguridad alimentaria tanto de los habitantes locales como de los turistas que visitan el archipiélago.
En Galápagos, la tranquilidad de su gente depende en gran medida de los productos que puedan ser embarcados desde Guayaquil hacia las islas. Esta tarea recae en los dos únicos barcos que conforman la cadena de suministro responsable de abastecer al archipiélago con las necesidades básicas para que sus 33 000 habitantes puedan subsistir en medio del océano Pacífico, a unos mil kilómetros del continente ecuatoriano.
Esto significa que, si uno de esos barcos se avería, como ocurrió en marzo pasado, toda la cadena se rompe y la situación se complica aún más. La logística en Galápagos es increíblemente frágil, y cuando no funciona, los residentes se desesperan al quedarse sin cilindros de gas, teniendo que recurrir a métodos ancestrales como cocinar con carbón o leña que consiguen en las zonas rurales.
Si no pueden hacerlo, muchos negocios se ven obligados a cerrar. El impacto económico de esta situación se ha constatado en la isla Santa Cruz, donde la Cámara de Turismo informa que al menos 60 de los 400 restaurantes existentes tuvieron que cerrar en junio debido a la escasez. Los precios de los productos comienzan a especularse y aumentar considerablemente. Por ejemplo, un saco de papas que normalmente costaría $15 en el continente, llega a alcanzar los $60 en Galápagos.
Esto genera largas filas de personas esperando para adquirir alimentos básicos. Esta crisis también impacta a los 300 hoteles en Galápagos, quienes se ven obligados a reemplazar ciertos alimentos por otros productos para cumplir con la alimentación de los turistas.
Sin embargo, son los residentes quienes sufren directamente las consecuencias de la escasez. Los comerciantes locales, al no tener productos para vender, se ven en la necesidad de reducir las horas laborales de sus empleados para evitar despidos. Esto les permite sobrevivir y abastecer a sus familias, así como a los más de mil turistas que visitan las islas diariamente en tiempos de escasez.