LA CRÓNICA ROJA ENGORDA

Mientras el país sigue sumergido en la violencia, el Estado no logra recuperar los espacios cedidos al hampa y el narcotráfico, quienes a su vez luchan por consolidar el control del tránsito y distribución de la droga, aunque en ese logro, las muertes colaterales las asuma la ciudadanía en muertes reportadas día a día.

Lo grave es esta situación es la capacidad de naturalizar las muertes, mediante la narrativa de la prensa en sus contenidos de crónica roja. Se transmite una sensación de conformidad con las muertes mediante ejecuciones, con la justificación del ajuste de cuentas, incluso reconfortando mediante el mensaje un alivio por descartar delincuentes, sin que se haga el más mínimo juicio de valor.

Si algo tiene que decir la prensa en todas sus versiones, impresa, radial o televisiva es la cantidad de muertes diarias en escuetos informes con el nombre de las víctimas, el lugar de la ejecución y el número acumulado de afectados. No hay juicios de valor, reclamos por la inacción gubernamental, ni siquiera un seguimiento de los victimarios o tan siquiera las investigaciones para dar con los líderes de estos grupos violentos.

La reiteración mínima se convirtió en la comidilla de la gente, hasta lograr lo único posible, extrañar un día en el que no haya muertes por ejecuciones. Llegar a este punto significa la decadencia de nuestra condición ciudadana, en donde la crónica roja se ve rozagante, mientras la sociedad va en caída libre.

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