EL OTRO CAMINO

Esta y no otra es la realidad en Ecuador mientras un Gobierno maniqueo y mentiroso, ensaya un discurso para esconder su penosa gestión pública, remitiendo problemas al largo plazo, aunque conozca bien que «en el largo plazo todos estaremos muertos» (Keynes),

Una gravísima inseguridad ciudadana se ha sumado a la pobreza, profundizándola con una muy mala y antitécnica austeridad fiscal que prescrita en medio de la crisis y desde la «receta única», destruye inversión social pública y crecimiento económico. Pobreza más inseguridad ciudadana es sin duda alguna el problema mayor de los ecuatorianos y del país, con todas sus destructivas consecuencias sobre la economía, inversión productiva privada, empleo, infraestructura y buenos servicios públicos de salud y educación, es decir, sobre su calidad de vida y posibilidades efectivas de progreso que es donde radica la verdadera lucha contra la desigualdad. Es que la pobreza no es solo falta de ingresos monetarios suficientes sino también de seguridad y oportunidades efectivas para alcanzar los componentes que mejoran
la calidad de vida de la gente.

Desde hace 6 años la aplicación de políticas económicas públicas neoliberales, regresivas y excluyentes, asociadas al fetiche del Estado mínimo, no solo no resolvieron los problemas de los ecuatorianos, también permitieron su agravamiento. Entre los años 2017 a 2022 el crecimiento económico de Ecuador en promedio registra un precario 0,5 % anual, mientras el crecimiento vegetativo de su población registra 1,5 % anual. Como consecuencia muchos trabajadores perdieron su empleo, otros, aceptaron reducir su salario o deteriorar sus condiciones laborales para mantener el trabajo, mientras la ecuación de desempleo más subempleo, continuó atrapando al 65 % de la población económicamente activa.

El Banco Central del Ecuador da cuenta que el ingreso real per cápita ha retrocedido al nivel de hace 10 años y el Banco Mundial informa que su capacidad adquisitiva real (PPA) está al final de la lista en la región. Un reciente informe de la FAO señala que al menos 2.7 millones de ecuatorianos no tienen acceso a alimentos necesarios y saludables, sufriendo graves carencias nutritivas que los condena a seguir viviendo en pobreza. Son los que nacen pobres y mueren pobres, aquellos que sin capacidad de ahorro hacen que la pobreza se transmita de una a otra generación.

El INEC informa que una persona sufre pobreza monetaria si tiene un ingreso inferior a 2,96 dólares diarios y pobreza extrema si percibe menos de 1,67 dólares diarios. También informa que el 25,2 % de los 18,3 millones de ecuatorianos sufre pobreza monetaria, el 8,2 % pobreza extrema y el 38,1 % pobreza multidimensional, caracterizada por graves privaciones y carencias que no permiten mejorar las condiciones de vida. Peor aún en la población rural que tiene porcentajes mucho más elevados que la población urbana. Como resultado más de 7 millones de personas sobreviven en pobreza monetaria, extrema y multidimensional.

El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia UNICEF advierte que en Ecuador la en la salud, desarrollo y capacidades cognitivas de los niños. Una vez más la evidencia muestra que el viejo camino seguido para conducir el Estado y la economía, ni mínimamente resolvió los principales problemas de la gente.

desnutrición crónica infantil afecta al 27,2 % de los niños menores de 2 años y que este problema no solo destruye productividad sino que causa daños irreversibles-

Esta y no otra es la realidad en Ecuador mientras un Gobierno maniqueo y mentiroso, ensaya un discurso para esconder su penosa gestión pública, remitiendo problemas al largo plazo, aunque conozca bien que «en el largo plazo todos estaremos muertos» (Keynes), pero sin
que la inseguridad ni la pobreza den tregua en ningún plazo si no se las combate.

El mundo ha presenciado que ni el excluyente y regresivo camino neoliberal ni el camino de la izquierda anacrónica han logrado jamás solucionar los graves problemas derivados del insuficiente crecimiento económico, desempleo y subempleo, inequidad, desigualdad de oportunidades y pobreza. Pero frente a esa izquierda anacrónica, ineficiente y opresora, frente al capitalismo salvaje con toda su destructiva avidez, codicia e inequidad, hay Otro Camino. Es el camino que amigable con la vida y la naturaleza toma lo mejor del avance de la humanidad para ofrecer seguridad ciudadana como parte de una alternativa social y económica, solidaria pero eficiente, competitiva y productiva, creadora de crecimiento y oportunidades de progreso compartido.

Es el Otro Camino que conduce hacia un Estado moderno, eficiente y ágil, que combate con eficacia la inseguridad y pobreza en todas sus formas para transitar hacia la prosperidad sin angustias. Es el camino que comienza por eliminar de la gestión del Gobierno todo tipo de intereses en conflicto con el bien común. Es el Otro Camino que descarta dogmas y fanatismos para apoyar con inversión social pública un crecimiento compartido, sostenible y sustentable, orientado al progreso y seguridad de la gente.

Es el Otro Camino que propicia la justa participación del mercado y del Estado sin relegarlos a una supuesta «mano invisible» que corregirá desequilibrios e inequidades. Es el camino que no permite ni los excesos del Estado ni los abusos del mercado. El camino que comprende que no puede haber desarrollo humano si no mejora la calidad de vida de las
personas. Que no hay paz sin justicia social.

El Otro Camino no deprime la economía. La reconstruye sin trasladar el peso del «ajuste» a los pobres ni a los sectores de ingresos medios. Es el camino que también debe reconstruir la institucionalidad y vigencia real del Estado de Derecho, para garantizar a los ciudadanos, seguridad jurídica y respeto. Es el camino para seguir en la coyuntura y en la perspectiva.

Es el Otro Camino donde los equilibrios macroeconómicos no son un fin en sí mismos sino medios para alcanzar objetivos superiores. Un camino donde pragmáticamente se aplica lo que sirve y se descarta lo que no se sirve al bien común, un camino libre de recetas estándar que ignoran las realidades sociales de los pueblos, impiden alcanzar crecimiento económico sostenible, profundizan la inequidad y perennizan la pobreza.

Es el camino que sin dogmas ni fetiches combina responsabilidad fiscal con crecimiento económico, privilegiando políticas públicas que especialmente favorezcan a los más pobres e indefensos. Es el camino que, priorizando el destino y buen uso de los recursos del Estado, permite ofrecerles buenos y oportunos servicios públicos para mejorar su calidad de vida y posibilidades de progreso, y porque además son quienes no tienen otra alternativa.

No es un camino de mentes lentas, ni de élites ni para élites, tampoco pone en venta la Patria. Es un camino pensado desde la solidaridad, honorabilidad y conocimiento, construido para el bien común y orientado hacia el bien común, una alternativa socialmente justa y económicamente eficiente para que realmente funcione y sirva a las personas. Es el Otro Camino que incluye un nuevo acuerdo social entre el Estado, el mercado y los trabajadores, un camino sin prisiones mentales para proteger la vida, ofrecer paz y progreso.

Es el camino que rechaza todas las formas de parecer y no ser, de ofrecer y no cumplir, de mentir y negar, de encender velas para Dios y para el diablo. El Otro Camino no solo es posible, también es imprescindible, pero requiere la participación de los hombres y mujeres
que resuelvan vencer la resignación para construirlo y transitarlo, unidos en la diversidad. 

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