LAS ARMAS QUE INUNDAN AL PAÍS
La Armada del Ecuador anunció el decomiso en alta mar de un estremecedor arsenal de armas de grueso calibre. La sofisticación y el costo de los más de cien fusiles y decenas de pistolas resultan llamativos, al igual que la audacia de la operación que se estaba llevando a cabo para movilizarlos. Semejante poder de fuego, en manos de criminales o fuerzas irregulares, bastaba para sembrar terror a gran escala. La captura, ejecutada al sur de la isla San Cristóbal, vuelve a llamar la atención sobre la preocupante realidad del tráfico de armas en el país. Mucho se habla de la droga que sale de Ecuador, pero poco de las armas que entran —las herra- mientas de muerte sobre las que se sostiene el crimen organizado—. Las iniciativas para armar con mejores arsenales a las fuerzas del Estado gozan de inmensa cobertura y apoyo ciudadano, pero no existe un interés comparable cuando de desarmar a los delincuentes se trata. Las operaciones de desarticulación de grupos que trafican o fabrican ilegalmente armas no han despertado tanta conciencia entre la ciudadanía como las incautaciones de toneladas de cocaína. Uno de los elementos distintivos de la actual crisis de seguridad —y que en gran parte ex- plica la escala de la violencia— es la cantidad y calidad de armas con que ahora cuenta el crimen organizado. De poco o nada sirven los esfuerzos de pacificación centrados en perse- guir a sospechosos o a incautar sustancias si es que, al mismo tiempo, el país sigue inun- dándose de armas ilegales. Fiscales, jueces y, sobre todo, ciudadanos, deben estar conscientes todo el tiempo de esta amenaza que necesita ser enfrentada con todo el peso de la ley