
Redacción, EM.- Siete de cada diez ecuatorianos no tiene aún un empleo adecuado. La cifra, repetida hasta el cansancio, no es solo un dato estadístico: es el reflejo de una crisis estructural que atraviesa generaciones. El desempleo y la informalidad se han convertido en la norma, mientras las soluciones se estancan en el terreno político bajo una cortina semántica. En 2024, la propuesta del trabajo por horas fue rechazada en consulta popular. En 2025, la Asamblea Constituyente que pudo abrir puertas para una reforma laboral también recibió un no rotundo. ¿Qué queda entonces? ¿Seguir en el inmovilismo mientras la economía se fragmenta y los jóvenes ven cómo se esfuma su futuro?
En dos años de gestión, el gobierno de Daniel Noboa no ha gestionado aún esa convocatoria para definir un acuerdo sobre mínimos que apunte a la construcción de un pacto social y productivo. Eso no significa que no lo pueda hacer; aunque tiene tiempo, el problema requiere que se lo aborde con urgencia. “La semántica del empleo adecuado, empleo no adecuado, empleo no remunerado, semántica para marear las cifras a la gente”, dice Patricio Donoso, exministro de Trabajo. Para el exministro, la falta de valentía política impide formalizar lo que ya existe: miles de personas que trabajan por horas. Y acota que ese mecanismo permitiría ampliar la base de aportantes de la seguridad social, reconociendo que sin cambios el sistema colapsa.
La historia reciente demuestra que mientras el debate continúe siendo elegir entre derechos o flexibilidad, el país seguirá estancado. El consenso urge; la inercia, desde hace rato, sobra.



