Aproximadamente a las 14:00 de este sábado 20 septiembre de 2025, familiares del futbolista Jonathan ‘Speedy’ González Guerrero retiraron su cadáver del Centro Forense de Esmeraldas. Según allegados, será velado en la casa de su madre y sepultado en el Cementerio General de Quinindé, su tierra natal, junto a la tumba de su padre. Mientras realizaban los trámites funerarios, los parientes contaron detalles de cómo ocurrió el crimen la noche del viernes 19 de septiembre en el barrio Vista al Mar y de las posibles causas que investiga la Policía. En el ataque no solo murió González, jugador del club 22 de Julio, sino también su amigo y cuñado, Darío Batalla Quiñones, quien también era futbolista.
Ambos compartían unos tragos en la casa de la suegra de González, donde él vivía con su esposa. Pasadas las 19:00, dos hombres en moto llegaron hasta la calle Santa Rosa y dispararon hacia el interior de la vivienda. Uno de los atacantes vestía un overol azul similar al que usan empleados de una empresa estatal. Familiares aseguraron que antes del ataque vieron una motocicleta con dos ocupantes rondando varias veces la zona. La cercanía de la vivienda y la forma en que se ejecutó el hecho evidencian la premeditación del crimen.
CUÑADO TAMPOCO SOBREVIVIÓ A ATAQUE Speedy González recibió disparos en la cabeza y el hombro derecho, que le provocaron la muerte de inmediato. Vestía la camiseta deportiva con la que había entrenado horas antes y quedó inmóvil en la sala. A su lado estaba Batalla, quien recién se había integrado a los entrenamientos del club una semana atrás. Gravemente herido, fue llevado por familiares y vecinos al hospital del IESS, donde los médicos confirmaron su deceso. El ataque, cometido con total frialdad en un espacio privado, sembró terror en Vista al Mar, donde la violencia apagó la vida y los sueños de dos jóvenes futbolistas.
AMENAZAS EN EL CAMPO DE JUEGO Al interior del club 22 de Julio, la violencia no era ajena. Compañeros de Speedy González confirmaron que, en los últimos meses, algunos futbolistas habían sido víctimas de extorsiones mediante mensajes intimidatorios en los que les exigían dinero bajo amenazas de muerte. El miedo rondaba en los entrenamientos y partidos; más de uno confesó que temía por su vida cada vez que entraba a la cancha.