Los “narcovelorios y funerales” en Ecuador no son registros inéditos y a través del tiempo han venido enquistándose, sobre todo en la provincia de Manabí, donde operan organizaciones de narcotráfico y crimen organizado. Este fenómeno también evidencia realidades más sensibles y profundas, como la poca o nula presencia del Estado en territorios vulnerables. Expertos coinciden en que no se trata de actos irracionales, sino de una comunicación codificada y una herramienta de cohesión social para los miembros de los grupos criminales. El coronel de la Policía Nacional y comandante en la subzona Manabí, Wladimir Acurio, informó que realizaron un análisis antropológico sobre la cultura de la muerte narco en la zona 4, en la cual evidenciaron que en contextos como el de Manabí “no solo expresa dolor o respeto, sino que administra la vida y la muerte bajo una lógica criminal”.
Mientras que Freddy Sarzosa, exdirector de Investigaciones y exsubcomandante General de la Policía, sostuvo que “en el caso de la muerte de algún líder o miembro de un Grupo de Delincuencia Organizado (GDO), hay que entender que tienen una narcocultura que se manifiesta a través de códigos, entonces partimos de que tenemos un lenguaje tumbero (argot o lenguaje del mundo criminal), no únicamente en Ecuador, sino en Colombia, México, Perú y El Salvador; se trata de una transculturización”. El experto en criminalística Luis Lara agrega que lo que buscan los grupos criminales con este tipo de ‘homenajes’ es enviar un mensaje de poder. “No de pena, ni de nostalgia, se llaman mensajes subliminales para que la gente perciba”. En el caso de Manabí, la Policía ha identificado que realizan caravanas en motocicletas, disparos al aire, cierre de calles, exhibición de ataúdes lujosos, música narco, fuegos artificiales, murales, altares, bailes al ataúd, consumo de licor y difusión de videos en redes sociales. Además, la fuerza pública ha mapeado que este tipo de narcofunerales se da sobre todo en barrios considerados zonas rojas o priorizadas, por lo que buscan prevenirlos con mayor presencia policial. El documento del análisis antropológico de la Policía también se refiere a que la cultura narco crea una estética del poder basada en el “culto al cuerpo, la muerte y la inmortalidad simbólica” y especifica que los funerales son:
Escenarios de escenificación del poder, es decir, el narco murió, pero el control continúa. Eventos de refuerzo comunitario, donde el dolor se convierte en sumisión o complicidad. Herramientas de reclutamiento simbólico: los jóvenes del barrio admiran el poder del difunto, no su destino. Incluso se destaca que, en Manabí, muchos adolescentes “internalizan estas escenas como aspiracionales: el muerto no es una víctima, es un héroe caído”. Este tipo de prácticas no son propias de Ecuador, pero en el país, y en el caso de Manabí, las autoridades han identificado la presencia de carteles mexicanos (Jalisco Nueva Generación y Sinaloa) y colombianos, también de otras agrupaciones internacionales. Entonces, de allí los expertos creen que se adoptaron estos homenajes. Por ejemplo, en la provincia, los dos Grupos Armados Organizados (GAO) que mantienen una ‘guerra’ declarada, son Los Lobos y Los Choneros, ahora también designados Organizaciones terroristas extranjeras. En el caso de Los Lobos se aliaron a Jalisco Nueva Generación y Los Choneros a Sinaloa.
FASCINACIÓN CON LA VIOLENCIA Según Freddy Sarzosa, lo más común es que los miembros de la organización ubican “sus armas al interior del ataúd, joyas, camisetas o banderas del equipo del fútbol del que era hincha el occiso. Lo que más causa temor y miedo es que ellos mismos se filman y viralizan (por redes sociales) este tipo de rituales al resto de la sociedad”. ¿Para qué viralizan los videos? – según Sarzosa, el trasfondo es dar a conocer al resto de la población “su cultura o veneración al culto de la muerte de diferentes maneras, a diferencia de un ciudadano común y corriente. Sobre todo hay una falta de reacción del Estado al permitir este tipo de eventos”.