Bajo el sol abrasador del verano, cajas con alimentos se descomponen a la intemperie en el cruce fronterizo de Kerem Shalom, del lado de la Franja de Gaza.
Aves de rapiña sobrevuelan las cajas de ayuda humanitaria que deberían ser distribuidas entre los afectados en Gaza quienes padecen una hambruna sin precedentes. En la zona se apilan sacos de harina rotos, botellas de aceite expuestas al sol, paquetes de pasta cubiertos de moho y cajas perforadas de zumo.
Algunas llevan los sellos de agencias de la ONU como UNICEF y el Programa Mundial de Alimentos, así como de ONG como World Central Kitchen. No hay coberturas ni refrigeración. “Israel no limita el flujo de ayuda; el problema es la recolección y distribución”, subraya Halabi en respuesta al portavoz de la ONU, Stéphane Dujarric, quien el día anterior había explicado que para que sus conductores accedan a los suministros en el cruce necesitan múltiples permisos, una pausa en los bombardeos y que se abran las puertas de hierro del paso fronterizo.