El 2024 pasará a la historia como el año en que el amor dijo adiós en Ecuador. Con 25.555 divorcios registrados, el país alcanzó su cifra más alta de disoluciones matrimoniales desde la pandemia de 2020, lo que equivale a un promedio de 71 rupturas por día. Las estadísticas reflejan una tendencia preocupante: las uniones se deshacen más rápido de lo que se consolidan, en un contexto social marcado por la incertidumbre económica y el desgaste emocional. En comparación con el año anterior, el número de divorcios aumentó un 8,4 %, mientras que los matrimonios disminuyeron un 4,8 %, confirmando que cada vez menos ecuatorianos apuestan por el compromiso formal. Expertos advierten que este fenómeno no solo responde a conflictos personales, sino también a una transformación profunda en la percepción del matrimonio como institución. Las cifras también revelan un patrón generacional:
el grupo más afectado por las rupturas fue el de personas entre 35 y 39 años, que concentraron el 17,3 % de los divorcios, tanto en hombres como en mujeres. Este rango de edad suele coincidir con etapas de alta presión laboral, responsabilidades familiares y crisis personales, lo que explicaría el creciente desgaste en las relaciones. Llamativamente, el 79,5 % de las separaciones se realizaron por mutuo consentimiento, ya sea a través de notarías o por la vía judicial. Esto sugiere que, aunque los vínculos se rompen, lo hacen en un ambiente relativamente pacífico y acordado. Sin embargo, detrás de cada número hay una historia, y Ecuador parece estar viviendo una silenciosa epidemia de desencuentros.