Dr. Medardo Mora Solórzano
Dr. en Jurisprudencia, Rector fundador de la Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí, ex-Alcalde de Manta, ex-presidente del CONUEP y luego CONESUP
La primera de las actitudes de una persona en su legítimo derecho de pensar y tener sus creencias es ser autocrítico, aplicar aquella máxima del maestro de maestros del esplendor de los griegos, Sócrates: “conócete a ti mismo”. Ese pensamiento lo condujo a su vez a expresar “solo sé que nada sé”. Sabía que para llegar a la isla de la sabiduría hay que atravesar un océano de aprendizajes; no somos sabelotodo, llegamos a saber sobre nuestra profesión u oficio después de largos años de estudios y vivencias. En el Ecuador se expresan con la mayor ligereza todo tipo de aseveraciones, eso demanda ser más autocríticos y reflexivos, entender que estamos en una misma nave; todos debemos aportar a la construcción de un mejor país, no somos únicamente titulares de derechos sino también sujetos de obligaciones. Los latinos por herencia hispana somos muy críticos y subjetivistas, creemos ser dueños de la verdad, sin meditar en nuestras propias limitaciones, defectos o errores. No somos amigos de escuchar para enriquecer nuestro análisis; al encerrarnos en nuestra parcela de conocimientos, desperdiciamos la posibilidad de incrementar nuestro acervo de saberes. Cuando el ego se eleva demasiado olvidamos ese inmenso mensaje cristiano: “no hay que mirar tanto la viga en el ojo ajeno sino en el propio”. Esa lección nos invita, antes de juzgar hechos y personas, a reflexionar sobre lo que somos o hemos sido, sobre nuestras virtudes y defectos, que poseemos o carecemos. Ser sinceros y leales con nosotros mismos, comprender que solo somos dueños de nuestros actos, de lo que conocemos, de lo genéticamente heredado. El árbol de aguacate no produce manzanas. Los seres humanos buscan ser felices, sus logros los hacen sentirse individualmente contentos, y esa felicidad se multiplica cuando realizamos acciones en beneficio de todos; ese es el más gratificante de los placeres humanos. El gran escritor ruso León Tolstoi sostenía que “nadie es más grande que la grandeza de su corazón”. El egoísmo, la envidia, la mezquindad, la vanidad, la maldad, nos empequeñecen y nos vuelve socialmente improductivos.