PROMESAS, OBSTRUCCIÓN E INDOLENCIA

Una cosa es la intención y otra muy diferente la realidad. El desánimo ciudadano toma cuerpo cuando escucha de sus gobernantes promesas difíciles de cumplir o información poco clara. No basta con decir que algo se está gestionando o que está próximo a concretarse: el ciudadano quiere sentir que esa gestión es una realidad. Mientras esto no suceda, la gestión queda solo en gestión. Los ecuatorianos tienen derecho a recibir información clara, y el Gobierno, la obligación de darla, con datos precisos y plazos técnicamente sustentados que permitan tomar decisiones acertadas; eso es lo que requiere el ciudadano. De buenas intenciones no comen las personas. Pero esta nueva política de prometer sin precisar no hace más que evidenciar una lamentable realidad: la de que en Ecuador funcionan tres países paralelos. El país de los potenciales, de esos que adoran los enunciados a futuro. El país de los que aman la oposición cuya única finalidad es obstruir, como aquellos asambleístas a quienes se les paga por ignorar los verdaderos problemas que nos agobian y por bloquear las leyes que podrían solucionarlos, cuando su promesa al ser elegidos fue legislar en bien del Ecuador. Y por último, el país de los indolentes, integrado por esa perversa clase política que reacciona solo en función de su conveniencia.

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