ANTE EL ODIO, EL PAÍS PRIMERO
La democracia nos permite acordar sobre los problemas más graves, aún cuando discrepemos en los detalles. Ayuda cuando hay más diferencias que coincidencias. Esa es la razón de ser de los partidos políticos, las elecciones, los parlamentos, las organizaciones de sociedad civil, la prensa. De hecho todos están obligados a colaborar cuando una nación se ve amenazada, y Ecuador lo está con las múltiples crisis que atraviesa. Para enfrentarlas, lo primordial es lograr unidad frente a unas pocas prioridades, definidas y acordadas. Esto eleva el sentido de pertenencia, es decir, la identidad nacional. Luego, se requiere rescatar a las instituciones que componen la democracia, pues es lo único que garantizará la mejor representación política y respeto a derechos y libertades, en especial la libertad de expresión. Sin embargo, hoy los intereses particulares disfrazados de sesgos ideológicos y odios políticos empañan toda posibilidad de mejorar la desesperada situación en las calles y la economía. Mientras los criminales, corruptos y sus representantes buscan que el país tropiece y que fracase cualquier intento de liderar un cambio, la política tontea entre escándalos y bochinches. ¡Vergüenza! En este punto, el ser liberal, al ser más una conducta, un modo de vida, que una línea política como creía el pensador español Gregorio Marañón, da una ventaja al estar dispuesto a entenderse con el que piensa de un modo diferente. Aunque no implica que se puede justificar el fin ante los medios o tolerar el odio que pone en riesgo la misma democracia, los librepensadores están conminados a reaparecer en este tiempo de crisis nacional.