UNA CÁRCEL NUEVA NO ACABA CON LA CRISIS

La apertura de la nueva cárcel en la comuna Juntas del Pacífico (Santa Elena), anunciada como una medida para enfrentar la crisis penitenciaria en Ecuador, no brinda garantías para una solución definitiva. El confinamiento de 800 reos no erradica la cadena de violencia que persiste en las prisiones ecuatorianas, las cuales siguen funcionando como escuelas del crimen, donde la falta de control interno y la complicidad de guías y autoridades perpetúan un ciclo de violencia y corrupción. Lo sucedido recientemente en la cárcel de El Oro es solo un ejemplo más de cómo los presos continúan teniendo el control dentro de los recintos penitenciarios. Aunque el Gobierno insista en que la militarización de las prisiones es la clave para garantizar el orden, esta estrategia solo se queda en la superficie. La presencia de las Fuerzas Armadas en el perímetro exterior no tiene impacto real en los pabellones, donde las bandas criminales siguen operando a su antojo. Para transformar realmente el sistema carcelario se requiere una reestructuración profunda. No basta con el aislamiento de ciertos presos o con medidas superficiales de seguridad. Solo con un enfoque integral que combine control, justicia y rehabilitación se podrá, eventualmente, cortar de raíz el ciclo de violencia que azota las cárceles ecuatorianas.

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EDITORIAL

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